En Arrel, como cada año, hemos celebrado en nuestro hermoso jardín una de las fiestas más queridas: la fiesta de San Martín.
Con la llegada de la oscuridad, podemos encender nuestras luces para que brillen y nos enseñen el camino. Vamos hacia el invierno conscientes de que en nuestro interior vive esta luz que compensa aquella oscuridad que crece alrededor. Nuestro farolillo, hecho a mano por nuestros niños, es el símbolo de esta luz que nos acompañará hacia la Navidad.
Rememoramos la figura del caballero San Martín que, valiente y lleno de compasión, da la mitad de su capa a un pobre hombre que encuentra una fría noche de otoño.
Los enanitos del otoño se esconden en el jardín, a la espera de ser enontrados por los niños y niñas con la luz de sus farolillos. La hoguera nos reúne y nos calienta en una tarde mágica.